GRAN VERBENA POR LA CANONIZACIÓN DEL PADRE DAMIAN



Ya faltan pocos días para el gran acontecimiento, que se apresta a celebra con gran júbilo la Congregación de los Sagrados Corazones, la Canonización de nuestro Beato Damián de Veuster que se concretará en Roma el próximo 11 de Octubre. Con este motivo ya está todo listo para la gran verbena a realizarse este sábado 3 de Octubre, desde las 17 horas, en la Plaza de Yanahuara.

Dicho certamen, al que está invitada toda la comunidad católica, se iniciará con un paseo de antorchas y pasacalle por el perímetro de la Plaza de Yanahuara, con la participación de las alumnas de los Colegios Sagrados Corazones y Padre Damián de los SS.CC., así como de la tuna de la Universidad Católica de Santa María.

Luego, teniendo como escenario el Mirador de Yanahuara, las orquestas de colegios como: San Francisco de Asís, San Juan Bautista de la Salle, Militar Francisco Bolognesi, Prescott, y Shophianum nos ofrecerán un variado repertorio. Además el público podrá apreciar a los ganadores de los concursos de poesía, canto y danza de las instituciones educativas pertenecientes a la Congregación de los SS.CC.

Asimismo, el sábado 10, víspera de la Canonización de Damián de Molokai, a las 19 horas, será la misa concelebrada por el Arzobispo de Arequipa, Monseñor Javier del Río Alva, con asistencia de toda la familia de los Sagrados Corazones. Finalmente, ese mismo día a partir de las 22 horas, en el local del Colegio Padre Damián, la Comunidad de los Sagrados Corazones, desarrollará una Vigilia con programa especial para aguardar y observar vía satélite la Canonización de “Damián de Molokai” a realizarse en Roma.

PERO, ¿QUIEN FUE DAMIAN DE VEUSTER Y DE MOLOKAI?

José de Veuster, el futuro Padre Damián, nació en 1840 en Bélgica, en una familia profundamente cristiana. Desde pequeño demostró un gran amor a Dios y a los pobres.

A los 13 años tuvo que dejar la escuela para ayudar en los trabajos de la finca. Más tarde, cuando tenía 18 años, su padre lo destinó al comercio de granos y lo mandó, fuera de casa, a estudiar el francés. Allí descubre su vocación y escribe a sus padres:

- Quiero ser sacerdote.

Sin más tardar los convence de dejarle ingresar a la Congregación de los Sagrados Corazones. Esta Comunidad, nacida durante la Revolución Francesa, tenía la finalidad de llevar el amor del Corazón de Cristo al mundo y así renovarlo.

Cuatro años más tarde, en 1863, su hermano mayor, religioso de la misma Comunidad y recién ordenado sacerdote, es designado para ir de misionero a las islas Hawai. Pero, habiendo caído enfermo de gravedad, no puede partir.

Con la entereza que le caracteriza, Damián escribe al Superior General de su Congregación:

- Quiero ir en lugar de mi hermano.

Aunque no ha terminado sus estudios, su ofrecimiento es aceptado.

Ordenado sacerdote en Honolulu, a los 24 años, el joven misionero toma inmediatamente posesión de un extenso y difícil territorio misionero en el distrito de Puna al oeste de la gran isla Hawai.

Poco después, el gobierno de Honolulu, para detener la epidemia de la lepra, decide recluir a los enfermos, a la fuerza, en una cárcel natural de un promontorio pedregoso y azotado por los vientos, en la isla de Molokai. En 1873, el obispo confía a sus sacerdotes su angustia respecto del infierno en que viven los recluidos. Damián exclama:

- Heme aquí. Estoy dispuesto a sepultarme vivo con esos pobres infortunados.

Tiene 33 años, la edad en que Cristo murió en la cruz. La semana siguiente, sin más bienes que la ropa que lleva puesta, desembarca en la isla, de la que solo la muerte le iba a librar 16 años más tarde.

De inmediato pone manos a la obra, armado del poder de la cruz. Sin más recursos que el amor de Dios, un amor apasionado por la vida, por la salud y la dignidad, venciendo el asco que le causa el horrible hedor de las carnes en putrefacción, hace prioritariamente de sacerdote; hombre vigoroso y de inagotable energía física, hace también de enfermero y médico, de arquitecto e ingeniero; y, con más agrado aún, de peón.

Consigue el agua potable, levanta bonitas casas pintadas de blanco, promueve el cultivo de la tierra y organiza la vida social. Monta el orfanato para evitar que los niños fueran explotados. Funda el cementerio pues, antes, los cadáveres de los leprosos yacían donde la muerte los encontraba; y convierte los funerales diarios en fiesta.

Se identifica con sus pobres enfermos para devolverles el sentimiento de su dignidad:

- Nosotros, los leprosos... - les dice, aunque todavía no lo fuera.

En sus prédicas, les habla de su grandeza de hijos de Dios, les comunica la esperanza de una vida mejor:

- Nosotros, los leprosos, somos los amigos de Dios; un día gozaremos de un cuerpo nuevo...

Poco a poco, bajo su impulso de pastor, el pueblo de los leprosos va organizándose, progresa a nivel material y moral y descubre la dimensión religiosa y espiritual.

EI secreto de esta entrega y energía inagotables era Jesús al que encontraba en la Eucaristía.

- Sin la presencia permanente de nuestro divino Maestro en el altar de nuestras pobres capillas - escribía - no hubiera podido quedarme aquí ni un día.

Poco a poco, gracias a su acción, la cruz de Cristo produce el más grande de los milagros: el infierno de Molokai se convierte en paraíso, en antesala del cielo.

Once años después de su llegada a Molokai se produjo el acontecimiento que va a trastornar su vida: aparecieron en sus piernas los primeros síntomas de la lepra.

A fines de 1884, el examen médico confirmó la presencia del terrible mal. El año siguiente, el rostro es atacado; le quedan cuatro años de vida. Dios quiso que Damián, el buen pastor, se solidarizara del todo con sus ovejas, participando de su misma enfermedad. Igual como Jesús se hizo uno de nosotros, encarnándose en una humanidad pecadora, Damián se volvió un leproso más.

Cosa extraordinaria, se siente más feliz que nunca:

- Mis párpados empiezan a caer; pronto mi cara quedará desfigurada. Me quedo tranquilo y resignado y hasta me siento más feliz en medio de mi gente.

En sus últimas semanas de vida, ya no puede salir a visitar a sus enfermos; pero ahora son ellos que vienen, llenos de desesperación, a asaltar su casa para verle una última vez.

El 15 de abril de 1889, lunes de la semana santa, muere a los 49 años, en medio de los llantos de los que lo consideraban como su padre.

La noticia se difundió por el mundo entero. Y desde aquel entonces, su ejemplo sigue siendo un incentivo en la lucha contra todas las “lepras” que azotan a la humanidad, como lo son ahora el SIDA, las drogas, el alcoholismo, la corrupción etc.

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