PESE A DIFERENCIAS ECONOMICAS, EN VENEZUELA Y PERU EXISTEN SIMILITUDES
Los propios ciudadanos latinoamericanos
somos los principales enemigos de nosotros
mismos, pues en vez de combatir la corrupción la promovemos; está cruda realidad
la comprobamos en Venezuela, país que
visitamos hace poco, y en nuestro Perú donde vivimos, cuya situación
seguramente es parecida en los demás países de nuestro Continente y porque no
del Planeta.
La revolución emprendida por Hugo
Chávez, tuvo por objetivo mejorar las condiciones
de vida de los más desposeídos de Venezuela, para esto considerando que se trata de un país petrolero, puso un
precio mínimo a los combustibles; se aplicó un control de precios a los
productos de primera necesidad; se dictaron leyes para que las personas que
carecen de vivienda puedan ocupar aquellas
que no eran habitadas por sus dueños, y hasta se dieron carros a los
desocupados para que trabajen como taxistas; según nos contaron algunos
venezolanos, pero todo esto en vez de conducir a un equilibrio social ha llevado
a la sociedad venezolana a condiciones
de mayor corrupción y crisis económica.
Pues de que sirve que las frutas,
el azúcar, los huevos, la leche y otros productos tengan un precio oficial muy
bajo, si son difíciles de conseguir en los mercados y cuando alguien los saca a
la venta, sólo unos cuantos los adquieren tras formar largas colas durante
varias horas, para luego revenderlos a
20 o 30 veces más de su valor a quienes los necesitan y no pueden obtenerlos
directamente. Así si un kilo de un producto “X” que vale 20 Bolívares los
revendedores los comercializan en 400.
Otra actividad especulativa la realizan los taxistas, cuyos propietarios
llenan sus tanques de gasolina con sólo 25 centavos de Bolívar, pero cobran por
la carrera más corta 400 o 600 Bolívares, en tanto que las rutas largas como
del Centro de Caracas al Aeropuerto cuesta 6,500 Bolívares, sin que ello
signifique el gasto total del tanque, pero con la justificación de que todo
está sobrevalorado y sólo un desayuno ( jugo con 2 arepas rellenas con carne o
pescado) puede costar unos 800 Bolívares
(1.15 Dólares, teniendo en cuenta que en el mercado negro la divisa
norteamericana se cotiza en unos 700 Bolívares aprox.).
Es decir, esta crisis no sólo es
generada por las trasnacionales interesadas en desestabilizar a la rebelde Venezuela que no se somete al FMI o BM,
desabasteciéndola de lo más indispensable como son los útiles de aseo, papel y leches maternizadas
sino también por los mismos ciudadanos que han encontrado una forma de vida, al
lucrar con la necesidad de sus compatriotas.
Según refieren los mismos
venezolanos, los únicos que están bien son los revendedores, los taxistas (que
dicho sea de paso en Venezuela no se ven muchos pues no circulan todo el tiempo
y menos sin pasajeros como se ve aquí, sino que permanecen en los paraderos de
los centros comerciales y locales públicos a la espera de ser requeridos) y
desde luego los militares que son los mejores pagados y pueden darse el lujo de
salir con el carrito lleno de los supermercados. En tanto que el resto de la
población las pasa negras para conseguir ingentes cantidades de Bolívares que
les permita comprar lo necesario para sobrevivir. Así por ejemplo. Una gaseosa personal cuesta 170 Bolívares y una botella
de agua 200, algo parecido a lo que vivimos los peruanos en los 80s con los
Intis.
La crisis económica que vive
el pueblo venezolano, está haciendo crecer el rechazo de la población hacia el gobierno
de Nicolás Maduro y al Chavismo
instituido desde hace 16 años; y ahora con la instalación de un nuevo Congreso
en donde la oposición tiene una amplia mayoría, renacen las esperanzas del inicio de un cambio de la política
económica pero que seguramente demandará varios años.
En el Perú, vivimos en una
economía de libre mercado en la que no escasean los productos, salvo ahora por
la falta de agua y porque se prefiere exportar antes que atender el mercado
interno; pero los precios se rigen por la oferta y la demanda de los que más ganan (mineros, empresarios,
funcionarios de alta jerarquía, etc.) resultando excesivos para el ciudadano de
pie o quienes ganan el S.M.V. o por debajo del costo de la canasta familiar
establecida por el INEI. Así la fruta y
el pescado por ejemplo son artículos de lujo por sus elevados costos para las
mesas populares. Aquí el kilo de papaya equivale a un Dólar, en Venezuela pese
a todo, esta misma fruta llamada lechosa cuesta menos de 0.50 centavos de la moneda norteamericana.
Aquí también hay gente
que lucra con la necesidad de muchos, ya sea revendiendo entradas para
el estadio o cobrando coimas para agilizar un trámite, pues casi todos quieren
ganarse alguito siguiendo el ejemplo de las malas autoridades. Debido a esto,
los peruanos que todavía tenemos decencia estamos hartos de las mentiras de los políticos, que en
época electoral prometen solucionar todos los problemas del país, pero cuando
gobiernan sólo mejoran sus vidas o aseguran sus vidas y la de su descendencia.
Es decir, tanto en las dictaduras
nacionalistas o bolivarianas como en las democracias liberales como la nuestra,
igual “se cuecen habas”.
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