LA PANDEMIA VENCIO A LA CENTENA
A cien días de aislamiento social (16/03/ al 23/06 del 2020)
que pocos peruanos hemos cumplido a
cabalidad, conviene hacer una revisión de como hemos afrontado la pandemia
ocasionada por el famoso Sars Covid 2-19, cuyas consecuencias más terribles aún
no las vivimos.
A nivel mundial se han infectado desde que apareció el virus
( hace 7 meses aproximadamente), 9 millones 92 mil personas, de las cuales se
han recuperado la mitad y han perecido más de 472 mil; el Perú en el ranking
mundial ocupa un “honroso” sexto lugar con
más de 257 mil casos y 8 mil 223 muertos (pero hay sub registros que
dicen que son casi el triple); mientras que en nuestra Arequipa, la crisis recién
se agudiza con cerca de 9 mil 100 casos y 226 muertes según registros de la
Sala Situacional Covid-19 Arequipa.
Este virus que ha
resultado ser tan devastador como la probable tercera guerra mundial que
esperábamos, ha desnudado nuestro deficitario sistema hospitalario, cuyo
tratamiento ingenuamente veníamos postergando durante décadas. Los hospitales colapsados a sólo 3 meses de
pandemia nos producen de por si
escalofríos y malestar general al pensar cómo se atenderá los miles de casos
que todavía faltan por presentarse en
los meses siguientes hasta que siquiera el 70% de la población se contagie o
llegue la tan ansiada vacuna.
Pero tanto ver estadísticas de infestados e imágenes de
muertos, pareciera que esta tétrica realidad ya se ha convertido en normal, y a la gente ya no la conmueve (los periodistas
sabemos bien que las tragedias sólo llaman la atención al principio, después
son parte de la rutina); por eso la población pide a gritos retornar a su vida normal, “es mejor trabajar
y tener ingresos económicos para afrontar la enfermedad, que quedarse en casa y
morirse de hambre”, dicen muchos y es momento de “sálvese quien pueda”, agregan.
Esto es sólo un reflejo del egoísmo e
individualismo que hoy caracteriza a la sociedad peruana.
¿Será esto válido? La voz del pueblo es la voz de Dios, dice
un viejo dicho; pero también a lo largo de la historia de la humanidad, se
demostró que no en pocas oportunidades, la voz del pueblo fue la voluntad de
satán, sobre todo cuando se condenaron a inocentes o cuando elegimos mal a
nuestros gobernantes. Tal parece que es cierto que el hombre camina rumbo a su
propia autodestrucción.
Pero en fin, lo cierto es que ahora le toca a la población
cuidar de sus vidas, porque al parecer nuestro gobierno no pudo tratar
adecuadamente la pandemia y demostró que sus soluciones han ocasionado más
problemas como:
-
Otorgar bonos a la población vulnerable no fue
acertado, pues estos no llegaron siempre a los más necesitados.
-
Dar dinero a los municipios para que repartan
canastas desato más descontento en la población que si no les hubieran dado
nada.
-
Suspender las clases en lugares alejados, en donde
el coronavirus hasta ahora no llega, truncó el aprendizaje de cientos de niños.
¿Qué acaso los funcionarios del
Ministerio de Educación desconocían las limitaciones tecnológicas de las
poblaciones rurales y marginales? Ellos todavía no pueden hacer educación
virtual.
-
Confiar en la honestidad de ciertos funcionarios
y altos mandos castrenses para la compra de insumos y EPPs, que sin pensar en
la gravedad de la pandemia, hicieron otra vez negocios turbios, confiando en su
buena suerte.
-
Ni que se diga de la exportación de mascarillas
a China a comienzos de la pandemia, seguro que algún despistado o mercader al
cien por ciento, pensó que en esta era
de la globalización, el coronavirus no llegaría al Perú o que aquí no se necesitarían
mascarillas.
La pandemia nos ha demostrado que
el actual gobierno no tiene buenos
asesores ni técnicos informados, pues desconocen la realidad peruana.
Ignoran que el Perú es un país diverso, que la realidad limeña es muy diferente
a la de las provincias, que los climas influyen de manera diferente en la
propagación de los virus, etc.
Nuestra economía no se hubiera
afectado tanto, si los técnicos en materia de salud, economía y trabajo, hubieran recomendado declarar en cuarentena
primero sólo a Lima y prohibir el ingreso de foráneos. Mientras que en las
demás regiones, como en Arequipa sólo tender cercos epidemiológicos en los
lugares en donde se presentara algún caso de Covid hubiera bastado; entretanto la vida debió continuar casi
normal, a excepción de las actividades
educativas que por precaución si valía
suspenderse en las capitales y distritos urbanos de cada región.
De esta manera, el estado
peruano, que integramos todos, se hubiera ahorrado millones de soles en bonos y
canastas, que al final de esta crisis pagaremos todos los peruanos en impuestos futuros. El Perú actúo como si fuera un
país del primer mundo, en donde su población económicamente activa paga
impuestos elevados para gozar, cuando sea necesario, de un eficiente servicio
de salud, de un seguro contra el desempleo o de una asignación económica, como
la da Estados Unidos, España y otros países con economías sólidas, para afrontar este tipo de pestes.
Además nuestro gobierno no consideró la idiosincrasia peruana, aqui
cuando alguien recibe una ayuda, quiere recibirla siempre; asimismo, imponer
reglas a una población en su mayoría indisciplina y poco educada, en casi
imposible de mantener. Quizás hubiera sido más conveniente acostumbrar a la
gente al correcto lavado de manos, el
uso permanente de mascarilla y a guardar distancia en colas y vehículos de
transporte, que suspender el tránsito y cerrar comercios. En México no hubo
aislamiento social y en Chile recién se adoptó esta medida hace un mes y solo
en la capital.
Lo que ahora debieran hacer
nuestros gobernantes, para evitar una futura escasez de alimentos, es impulsar
o apoyar fuertemente la agricultura, no
sólo con préstamos sino con planificación de siembras y técnicas de producción.
También propiciar el retorno de aquellos pobladores que abandonaron el campo para
cultivar sus tierras abandonadas; recordemos
que la pandemia también nos ha enseñado que lo primero es la alimentación y por
tanto la agricultura es primordial.
Por otro lado, se requieren de
normas que posibiliten que los
recursos del canon minero y sobrecanon, se
destinen a la construcción y
equipamiento de hospitales, y al mejoramiento de la educación básica. De
momento ya no más vereditas, canchitas y otras obras menores que promueven
desde años las comunas. Hoy la salud y educación ya no pueden postergarse
más. Salvo mejor opinión.
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