NAVIDAD: TIEMPO DE COMPARTIR NO DE CONSUMIR

Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, Jesús renace en nuestros corazones cada 25 de diciembre para llamarnos a la reflexión sobre lo vivido en los últimos 12 meses y para darnos una nueva oportunidad de ser más humanos y quizás algo divinos si somos capaces de compartir lo que tenemos con quien más lo necesita.
La Navidad más que una ocasión para recibir regalos debería ser una buena oportunidad para dar muestras de cuanto justos, honestos y solidarios podemos ser; sin embargo, es en esta fecha cuando más se evidencian las injusticias y las diferencias entre los seres humanos que a los ojos de Dios son iguales.
Es así que el adinerado se deleita comprando cosas y más cosas (la mayoría innecesarias) y cree ser feliz saliendo de las tiendas con las manos llenas de regalos; también existen quienes tienen dinero pero no tienen a quien regalar y caen en la idolatría atesorando para sí fortunas que no se llevaran el día de su muerte y las disfrutarán quizás quien menos se lo imaginan; en tanto que el pobre se siente deprimido porque nada puede comprar y lo máximo a que puede aspirar es recrear la vista mirando vitrinas y recorriendo centros comerciales para grabar en la memoria las novedades y cosas que le gustaría tener o comprar si en este país hubiera una distribución más equitativa de la riqueza.
La fiebre consumista esta invadiendo Arequipa y el Perú y amenaza convertirse en una pandemia de la que no escaparan ni los más pobres. Pues en estos días es común ver a parejas de modesta condición económica comprando juguetes de moda a sus hijos con visibles signos de desnutrición, cuando lo más sensato seria emplear ese dinero en alimentos para sus niños.
Lamentablemente, esa es nuestra realidad gracias a la función negativa que cumplen los medios de comunicación social, especialmente la televisión, que nos mete por los ojos las modas y objetos para alcanzar esa falsa felicidad que nos obliga a comprar cosas que no necesitamos y postergar aquello que si es importante para nuestro desarrollo corporal y mental.
Asimismo, hoy resulta incomprensible, que mientras los trabajadores reclamen mejores sueldos porque sus remuneraciones actuales no les alcanzan y la población en general se queje de la falta de trabajo y rechace la política liberal del actual gobierno; cientos y hasta miles de personas formen cola para ingresar a Plaza Vea; y muchos seducidos por la publicidad engañosa se endeudan sin control utilizando tarjetas de crédito.
Y el verdadero sentido de la Navidad ¿dónde quedó? En muchos hogares ya ni siquiera se arma nacimientos, a lo mucho se pone el arbolito y se llena de luces las fachadas siguiendo costumbres extranjeras; hoy la mayor preocupación se centra en la cena navideña y en los regalos. Algunos comen y beben tanto en Nochebuena para tener en Navidad como regalo una indigestión. Claro “quien come y no convida, le crecen sapos en la barriga”, dicen los pobres.
Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, de quien vino a salvarnos del pecado, no es la fiesta de los glotones, ni de los comerciantes que esperan diciembre para recoger grandes ganancias. En todo caso Navidad es la fiesta de los niños, especialmente de aquellos que nacieron en cuna de paja y que merecen recibir algo el 25 de diciembre de lo mucho que se les niega el resto del año.
Tampoco esta fecha debe ser ocasión para el lucimiento de esos falsos (as) mecenas que posan para las cámaras entregando a niños de pueblos jóvenes biscochos, chocolate y algunos regalitos, (que ni siquiera a ellos les cuesta). Porque la verdadera caridad es aquella que se da sin publicidad y sin esperar nada a cambio.
Vivamos el verdadero sentido de la Navidad con nuestras familias, fomentemos en los niños que lo más preciado es estar juntos, sanos y con la conciencia tranquila de obrar bien. Solo así Jesús renacerá en nuestros corazones.

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