EN NOMBRE DE LA AMISTAD

¿Cuántos amigos verdaderos realmente tenemos?, es una pregunta que todos en determinado momento nos hacemos y que mejor si aprovechamos este 14 de febrero, “Día del Amor y de la Amistad” para reflexionar en torno a ese sentimiento que nos liga a otras personas a veces más que con nuestros propios parientes, porque un amigo no sólo es un confidente o el apoyo que nunca nos falla en los momentos difíciles, sino que también es la persona por la que nosotros debemos ser capaces de dar hasta lo que no tenemos.
La práctica de la amistad es más difícil y rara que el amor, es como una planta sino se riega y abona se marchita. Por eso cultivar un verdadero amigo requiere dedicación y tiempo; y en estos tiempos en que imperan los intereses por lo material, es cada vez más difícil encontrar la amistad verdadera, aquella capaz de duplicar nuestras las alegrías y dividir nuestras las angustias.
Generalmente las verdaderas amistades se inician en la infancia y la juventud, cuando el ser humano todavía no es dominado por sentimientos negativos como: el interés, la desconfianza, la maldad, el odio y la venganza que crecen como mala hierva en el corazón y el cabeza de las personas producto de los avatares de la vida. Por eso es común saludar con verdadera efusión a nuestros ex compañeros de colegio o amigos del barrio en donde crecimos, y evocamos con emoción aquellas vivencias compartidas hace años atrás en los que se actuaba sin rencores e intereses.
En cambio cuando ya tenemos más de tres décadas encima, que difícil es encontrar a un verdadero amigo o cuánto nos cuesta confiar en alguien, porque cada vez son más los que “no dan puntada sin hilo”, peor todavía de si de por medio están los negocios o la política; incluso en aquellos sectores (educativo, deportivo y religioso) en donde debería imponerse la equidad, la solidaridad y el bien común, las relaciones humanas son de lo más frágiles e interesadas.
Los juristas afirman que los arequipeños somos los más conflictivos del país porque litigamos por todo, y de allí la enorme carga procesal que hace lenta la justicia; los del norte nos califican de desconfiados y poco sociables en comparación con ellos habituados abrir las puertas de sus casas y hasta de su corazón al foráneo.
Pero son las vivezas de algunos y las traiciones de otros los que nos hacen desconfiados, claro que algunos exageran, no confían ni en su sombra y reciben el apelativo de “Boas” porque no tienen “patas”. Es que si uno quiere tener amigos, debe primero intentar ser amigo, es decir, estar dispuesto a dar antes que recibir. La amistad no es excusa para aprovecharse o servirse de los demás sino es también estar dispuesto a servir sin recibir nada a cambio.
Hoy en nombre de la amistad se repite con mucha facilidad las palabras amigo, hermano, socio, camarada, cuñado, cuando se quiere conseguir algo de otro, pero que rápido se nos olvida esos lazos cuando es el otro quien demanda ayuda. También ocurre que cuando confiamos mucho en ciertas personas que creemos amigas, en el momento menos pensado nos dan “la puñalada por la espalda”, o simplemente dicen una cosa y hacen otra, con “amigos” así enemigos no hacen falta.
A veces vamos por la vida preocupados por mantener nuestro status social y seguir acumulando riquezas materiales, y nos olvidamos de vivir las cosas simples de la vida, tampoco tenemos tiempo para charlar con los amigos de muchos años e incluso fingimos no verlos para no saludarlos; pues nos creemos superiores, cuando con esa actitud sólo demostramos pobreza interior y dejamos pasar a la verdadera riqueza.
Tengamos en cuenta que, Amigo es aquel que para las buenas viene cuando lo llaman, y para las malas lo hace sin ser llamado y no a la inversa; la amistad se prueba en los momentos difíciles no en las épocas de bonanza. Alguien dijo con mucha sabiduría que “amigo no es la persona que te seca las lágrimas, sino la que evita que las derrames”; Rabindranath Tagore (1861-1941) filósofo y escritor indio dijo “La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”.
Una vida sin amigos es como vivir en una isla desierta, sin agua, sin alimentos, sin luz. Pues aunque parezca mentira la amistad es el ingrediente más importante en la receta de la vida. Recuerde que “Quién descubre la verdadera amistad, se encuentra con un tesoro”. Por eso, hay que salvarla la amistad como sea y no esperemos perder un amigo para recién comprender lo importante que era para nuestras vidas.

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