AGRESIONES QUE NOS HIEREN PERO NO NOS MATAN

El 26 de Enero se cumplieron 25 años de la muerte de 8 periodistas en las gélidas pampas de Uchuraccay-Ayacucho, ellos perdieron la vida en su afán de encontrar la verdad en torno a hechos que se producían a consecuencia de la subversión, un crimen más en nuestra historia que permanece impune, porque la justicia peruana está sometida a las decisiones de quienes ostentan el poder.
Después de Uchuraccay las agresiones contra los periodistas siguen, no solamente en lo físico sino principalmente en el plano laboral, porque somos ya varios los periodistas que hemos perdido nuestro trabajo en un diario, canal de televisión o emisora de radio por simplemente difundir la verdad e ir contra los intereses empresariales del medio de comunicación.
Recuerdo que cuando estudiaba Periodismo en la Universidad Católica de Santa María, los que fueron docentes universitarios en la década del 80, decían que el Periodismo era una especie de apostolado, pues se trata de una profesión de servicio a los demás, de defensa de las causas justas y dirigida a la fiscalización de los que ejercen el poder, más no de enriquecimiento ni de ocultamiento de la verdad en defensa de ciertos intereses, pues si esto se daba el Periodismo se convertía en el más vil de los oficios.
Esto se nos quedo grabado a muchos que soñábamos ser esos “apóstoles del Periodismo” y gestores de una nueva era de profesionales (pues hasta entonces predominaban los periodistas prácticos). Los años pasaron, algunos concretamos en parte nuestros sueños, alcanzando cierto reconocimiento de la comunidad y status dentro de los principales medios de comunicación social.
Sin embargo, el tiempo se encargaría de bajarnos de las nubes y comprender con dolor que el ser periodista honesto, probo y defensor de la verdad, poco o nada importa a las empresas periodísticas cuyo fin supremo es como de cualquier otra entidad comercial, lucrar. Somos muchos los que hemos pasado una y otra vez por la amarga experiencia de ser separados del medio de comunicación con el que nos identificamos muchos años y al que entregamos años valiosos de nuestra juventud.
Si bien las empresas no nos pusieron avisos anunciando nuestra salida, porque hubiera resultado incoherente poner que fulano (a) fue despedido (a) por cumplir a cabalidad su labor de periodista o por no querer ocultar las irregularidades de cierta autoridad o entidad del Estado. Pero igual, sufrimos la amarga experiencia de quedarnos sin empleo y lo peor de todo sin el sueldo para la mantención de nuestras familias.
Esos golpes si bien no matan como a los Mártires de Uchuraccay pero duelen en el alma más que en el cuerpo. Claro siempre queda el consuelo de que si perdimos un empleo, pero nuestra dignidad permanece intacta, aunque muchos dirán pero de dignidad no se vive, es cierto, pero si se descansa tranquilo. Cosa que no pueden decir aquellos que venden su conciencia por unos cuantos billetes, o cambian de camiseta de acuerdo a la ocasión.
El dinero es necesario para subsistir, pero no compra la felicidad ni la paz interior, pues hay otras cosas mucho más valiosas, como la verdadera amistad, la salud y la propia existencia que no se compran con billetes, sino con lealtad, honestidad, vida sana y practicando simplemente el bien.
Los periodistas tenemos la gran oportunidad de ser apóstoles de la verdad, abogados de los más pobres y desvalidos, y luchadores incesantes por la justicia, equidad y por desterrar todo acto de corrupción. Claro que como humanos tampoco somos infalibles y algunos errores podemos cometer y si somos capaces de rectificarlos hasta divinos podemos ser.
Felizmente, a pesar de los obstáculos, los riesgos, las presiones económicas y políticas, el periodismo siempre se renueva con nuevos valores que luchan por encontrar la verdad, que no les interesa hacerse de enemigos, lo importante es que el público lector este bien informado y conozca lo que otros ocultan. Porque los fines del Periodismo no pueden olvidarse o enterrarse así por así, y los verdaderos periodistas con nuestras denuncias combatimos la corrupción y al difundir la verdad, honramos también la memoria de los Mártires de Uchuraccay.

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