CAMPIÑA AREQUIPEÑA EN RIESGO
Uno de los mayores tesoros que tiene Arequipa es su campiña, y el Título de Patrimonio Cultural de la Humanidad que ostentamos se debe justamente en gran parte a esta riqueza natural que hoy está en grave riesgo de extinción, por la ambición de quienes no les importa cambiar el fresco paisaje verde por el frio y contaminado cemento.
La depredación de nuestra campiña, empezó antes de los 400 Años de la Fundación Española de Arequipa, cuando se planificaron y construyeron urbanizaciones en tierras fértiles como la que justamente lleva el nombre de IV Centenario, a partir de 1960 la siembra de cemento fue masiva en los alrededores y acabo con los texaos, maizales, manzanitos, vilcos y sauces que proveían de alimento y aire puro a la todavía pequeña ciudad blanca.
Realmente fue un gravísimo error el que cometieron los urbanistas y autoridades de aquellos años, seguramente no imaginaron el smog y aire totalmente contaminado que soportarían décadas después sus descendientes. Porque la Ciudad Moderna de Arequipa debió desarrollarse desde un inicio hacia las tierras desérticas del Cono Norte, pero el mal ya está hecho y “de nada vale llorar sobre la leche derramada”. Ahora sólo queda defender la poca campiña que aún nos queda.
La depredación de nuestra campiña, empezó antes de los 400 Años de la Fundación Española de Arequipa, cuando se planificaron y construyeron urbanizaciones en tierras fértiles como la que justamente lleva el nombre de IV Centenario, a partir de 1960 la siembra de cemento fue masiva en los alrededores y acabo con los texaos, maizales, manzanitos, vilcos y sauces que proveían de alimento y aire puro a la todavía pequeña ciudad blanca.
Realmente fue un gravísimo error el que cometieron los urbanistas y autoridades de aquellos años, seguramente no imaginaron el smog y aire totalmente contaminado que soportarían décadas después sus descendientes. Porque la Ciudad Moderna de Arequipa debió desarrollarse desde un inicio hacia las tierras desérticas del Cono Norte, pero el mal ya está hecho y “de nada vale llorar sobre la leche derramada”. Ahora sólo queda defender la poca campiña que aún nos queda.
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